miércoles, 20 de abril de 2011

Parte de la vida de ÈL


Fue un 19 de enero de 1964 que ocurrió casi por accidente el nacimiento de Edgar Ricardo Arjona Morales. En el país de Guatemala, en un pequeño pueblo llamado Jocotenango. Ricardo asomo al mundo con 3,3 kilogramos. “Ya a los diez meses caminaba” su familia se mudó a la ciudad de Guatemala (capital del país) y se radicaron en un barrio barato Y fue en esa misma calle numero 33 que Ricardo creció hasta su juventud. Y fue vecino de una panadería, se inspiro con los maullidos de un gato y empezó a descubrir que el aroma del mundo depende del olfato de cada quien. “Era un mundo gris”. “ a los 8 años mi padre me regalo una guitarra y me reencontré con Juan, mi bisabuelo español, que quiso ser músico hasta que la tuberculosis le arrebato la vida. Quizás fue por eso que cuando tuve el instrumento en mis manos fue como reencontrarme con mis ancestros, tan lejanos, tan inciertos y desconocidos como las profundidades del mar y del tiempo que nos separaron siempre”. “Mi primer beso se lo di a una prima en un gallinero. Lo hice con más miedo que ganas. Juntamos las dos bocas y se acabó. Después comprendí que el beso es mejor que una relación sexual si se lo das a alguien a quien amas”. En el colegio no era la gran cosa: algunos aplazos, bastantes rateos y conciertos de aula llena. Su otra afición era el básquet. Jugaba en el equipo Leones de Marte y ahí batió el record guatemalteco con 78 canastas en un partido. Con el tiempo llegó bastante más lejos: al seleccionado nacional de Guatemala. Cuando cumplió los 21 años, llego el momento de grabar su primer trabajo musical: “Déjame Decir que Te Amo”. El resultado no fue óptimo, al menos así lo consideró él mismo, y tras esa experiencia entro en un momento de calma musical.Entonces afloró la ovación de sus padres, la docencia y comenzó a trabajar como profesor de grado en la Escuela Nacional Mixta No. 454 de Santa Elena III. Durante cinco años dio clases a chicos de segundo a sexto grado. Pero la vida de Ricardo Arjona era como un péndulo de varias puntas que iban elevándose de a turnos para terminar siempre, y él lo sabia, del lado de la música.Joven, con mochila en la espalda y un sueño grabado en su corazón, viajo rumbo a buenos aires. Vivió un tiempo en la city porteña y subsistió gracias a las monedas que los transeúntes de la calle florida le dejaban en el estuche de su guitarra. Un hotel de la calle Suipacha y varios bares nocturnos fueron parte de esos días.La ciudad lo encantó, con un amor que hoy día sigue vivo, pero claro que no todo fue color de rosa. Dice Arjona: “Argentina es un país en el que se le presta mucha atención a ciertas apariencias. Durante los años que viví en buenos aires me sometí al rigor de la pseudo intelectualidad porteña. Sin embargo fue en Buenos Aires donde conoció a Leslie Torres, su única esposa, con quien se casó y tuvo dos hijos: Adria y Ricardo. El matrimonio termino en el 2002.

Pero volvamos a su música. El idilio porteño necesitaba madurar, el tiempo en que Argentina lo amaría era otro.

Entonces voló a México y siguió intentándolo. Corría el año 1989 cuando Ricardo decidió testear su suerte en México. Primero lo contrataron como actor para una telenovela (“Alcanzar una Estella”). Luego le encargaron componer el tema principal de la tira. La segunda oportunidad ya estaba sobre la mesa, y ese mismo año, 1990, grabó “Jesús verbo no sustantivo” ahora si, la fama. Pequeña, lenta, pero fama al fin.El siguiente disco fue “Del otro lado del sol” (1991), donde ya quedaban claras sus creencias ideológicas. Y después fue el turno de animal nocturno (1993) disco que definitivamente fue el punto de explosión logrando record de ventas. Claro allí estaba su tema –ya convertido en himno- “Mujeres”. Y después “Historias” (27 discos de platino), “Si el norte fuera el sur” (su disco mas logrado según él mismo), y todo el resto…

Uno tras otro fueron sumando fanáticos hasta llegar a sus actuales 14 discos. Además claro, del reconocimiento mundial. En el año 2006 hizo 34 shows en el Luna Park porteño. El mismo año lleno dos Madison Square Garden de Nueva York. El éxito ya era irrefrenable. Y pareciera que hoy no tiene techo… ¡ni siquiera 4 Bomboneras llenas!

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